unnamed_1_6El documental de Gato Martínez Cantó, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano se propone reconstruir, a partir de los testimonios de tres nietos recuperados, la forma en que se orquestó el plan sistemático de apropiación de menores durante el terrorismo de Estado llevado a cabo entre 1976 y 1983. La guía hacia la memoria se da a través de retazos de eventos que los niños secuestrados por la dictadura han formado a través de discursos que le han brindado terceros, porque su propia identidad es la que ha sido sustraída y la que buscan conocer.

La película abre con planos fijos de la naturaleza al aire libre, donde chicos corretean, juegan. Más allá de la contraposición con la situación de cautiverio que sufrieron las víctimas a esa edad, desde el tratamiento comienza a apelarse, sobre todo por medio de la música, a la congoja y el abatimiento. Sin embargo nunca se pierde, en esa evocación, la idea de esclarecer brindando información y datos concretos de la mano no sólo de nietos recuperados sino también de un historiador, de la jueza que presidió el juicio por el Plan Sistemático de Apropiación de Menores (María del Carmen Roqueta), así como también de otros sobrevivientes.

La memoria, entendida como reconstrucción de imágenes mentales, se presta al juego de la simbolización a través de dibujos que interpretan lo que los entrevistados relatan. Parte del proceso de simbolización es tomar esa parte por el todo, esos testimonios como registro vivo, ya no fantasmagórico sino carnal, del genocidio y la sistematización del aparato de muerte en el que las vidas también sufrían de la expropiación. Se recorren así los centros clandestinos en los que se llevaban a cabo la sustracción de los bebés, lugares que albergan los espectros de la tortura y el terror. En ese momento, la imagen se muestra transparente, despojada de un aditivo estético que lo adorne, sino que simplemente se deja aflorar el horror de esos pasillos donde la soledad y el silencio son interrumpidos únicamente por la presencia de la cámara y quienes la controlan, quizás como una forma de guía que relata los hechos que han tenido lugar ahí. Esos espacios encarnaban el terror y, completando esa personificación, se proyectan sobre sus paredes imágenes de archivo que exponen discursos de los torturadores. Esa imagen que documenta el juicio impacta desde su ascetismo y el deliberado abandono de recursos frecuentes para estetizar el horror (la imagen de Videla y la de Magnacco declarando, por ejemplo), y es justo eso lo que más atemoriza, porque no hay elemento alguno que permita creer que eso es parte de una ficcionalización, dejando al espectador de cara con el espanto de la realidad.

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Se decide cerrar con la sentencia condenatoria del juicio realizado en 2012, aunque no queda una sensación de clausura, sobre todo porque los últimos planos corresponden a los tres nietos y sus respectivas familias que, como dicta el título, son sólo una parte de lo sucedido. Aún quedan por devolver las identidades de aproximadamente 400 víctimas, siendo parte de esa recuperación de la identidad el documental mismo, en el que la imagen trae la memoria.

La parte por el todo (Argentina; 2015), de  Gato Martínez Cantó, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano. 72’.

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