La cámara fija capta las luces de un auto que se va acercando y pasa por la ruta. A continuación el auto está a la vera de un camino de tierra. Un hombre en sus cuarenta y tantos, con ropa de oficina, saca del baúl una bolsa y una pala. Se interna en el campo y luego en la espesura del bosque, hasta cierto punto en el que arroja la bolsa en un foso. Así empierza Pantanal, una película enigmática, narrada mediante el recurso al suspenso y que poco a poco se constituye como una drama familiar hibridado con algo de road-movie, donde a su vez se integran ciertos aspectos documentales en la ficción.

La cámara sigue los pasos de Andrés (Leonardo Murúa), que escapa de su vida en Buenos Aires. Al llegar a un pueblo, se niega a registrarse en un hotel develando su verdadera identidad y se compra ropa sport en una tienda. A poco de detenerse en un barato hotel en Gualeguay, lo vemos esconder fajos de dólares en la mochila del inodoro. Este comienzo evoca la primera parte de Psicosis, donde Marion, la secretaria, huye con el dinero que ha robado de su oficina. Las circunstancias en las cuales Andrés ha obtenido tanta cantidad de dinero, las desconocemos. ¿Ha cometido un robo? ¿Ha vendido algo importante, pensando en cambiar de vida?

La trama va dando a entender que Andrés tiene la intención de huir hacia Brasil, donde pretende encontrarse con su hermano. La postal que lleva consigo marca los malos términos en los que el hermano se distanció de él. Así, el viaje de Andrés se presenta como un intento de saldar la deuda con él y de superar la distancia del desencuentro fraterno.

La película se va tejiendo a partir de los avances y las dificultades con que tropieza Andrés para cruzar la frontera a Brasil. A esta línea de ficción se le intercala el interrogatorio a diversas personas, todas en plano fijo, donde quien pregunta permanece siempre fuera de campo. Estas escenas dan a entender que alguien persigue a Andrés. ¿Será un detective de la policía? ¿Algún cómplice?

Se trata de pequeñas entrevistas que retratan la idiosincrasia de diversas labores en los pequeños poblados fuera de las grande urbes: la empleada del hotel, el vendedor ambulante, el taxista, el balsero, el trabajador fabril, la prostituta. Se visualiza así la explotación y la precarización de trabajos que son físicamente duros y que se realizan en malas condiciones.

Nuestro fugitivo consigue cruzar la frontera Brasil en balsa, vía Ciudad del Este (Paraguay), donde los controles migratorios son más laxos. Y así, con los datos que obtuvo de una llamada telefónica a Buenos Aires, emprende la búsqueda de su hermano. Pero su hermano no responde en el teléfono que le brindaron, y en la dirección que le pasaron, no lo encuentra. A partir de aquí, comienza una interesante maniobra con la que Sala aumenta la atmósfera inquietante. Andrés pregunta a diferentes personas del lugar por el paradero de su hermano, las cuales le proporcionan indicaciones vagas de dónde ubicarlo. Toda la búsqueda ilustra la estructura evanescente del deseo. Andrés se dirige a donde le dicen, pero cuando llega, Juan Manuel ya no está allí; siempre está en fuga, en otro lado, dejando irrealizada esa consumación que haría la felicidad.

Las preguntas de Andrés en busca de datos, poco a poco, lo dejan fuera de campo y desdibujan para el espectador la figura del buscado, fusionándose los caminos y las identidades. ¿El perdido o inhallado es él? ¿O es su hermano? Esta incógnita se hace aún más plausible en el último encuentro ocasional de Andrés, donde pierde su dinero y es dirigido hacia Pantanal, un pequeño pueblo perdido en el Mato Grosso. Hacia allí dirige sus pasos, internándose en la sinuosidad y espesura de la maleza selvática, donde parece estancarse para perder rastro.    

Partiendo del drama fraterno, Andrew Sala consigue una película que mantiene activo al espectador gracias al uso del fuera de campo. Se crea así una zona misteriosa y extraña donde las certidumbres alcanzadas duran poco y se tiñen de ese aire melancólico de los sueños evanescentes  de la vida real.

Calificación: 7/10

Pantanal (Argentina, 2014). Guion y dirección: Andrew Sala. Elenco: Leonardo Murúa, Eugenia Borrelli. Duración: 72 minutos.

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