Wild Wild Country o la película más descabellada del 2018, hasta chocar de frente con lo inverosímil de la espiritualidad y toda su terrenidad. Osho –Bhagwan Shri Rajnish–, también apodado El gurú del sexo, para mí una marca de libros de autoayuda o de espiritualidad oriental que llega al consumo de pequeños burgueses occidentales, algo así como el Arte (Pro) de vivir, pero un poco más hard y jugado, por qué no decirlo. Siempre en librerías de saldos o en manos de gente con crisis existenciales que no prefiere las drogas, el alcohol o el suicidio.

Dirigida por los hermanos Maclain y Chapman Way que reconstruyen un momento único en la vida de la comunidad de Antelope, un pequeño pueblo de Oregon de cuarenta habitantes que recibe de golpe a varios miles de discípulos de Osho, todos muy amables y vestidos de naranja. En esos primeros minutos los relatos suenan graciosos en boca de los habitantes de medio oeste profundo y todas sus limitaciones para lidiar con lo que desconocen. Durante los seis capítulos se recorre una realidad completamente documentada al detalle, sobre una ciudad proyectada y concretada llamada Rajneeshpuram, el sueño de un mundo mejor en concreto.

Después de dejar la India por una advertencia algo hostil del gobierno local del momento, Osho compra hectáreas en Oregon. En esos campos entre montañas crea una ciudad para varios miles de habitantes con tendido eléctrico, caminos, casas y edificios para realizar la practicas dictadas por el gurú; crean un lago, hospitales y hasta una pista de aterrizaje propia.  Si tenemos en cuenta que mucho de sus seguidores eran profesionales que ayudaron a pensar y diseñar la ciudad ideal estamos hablando de un proyecto pujante y riguroso con aristas particulares que se irán descubriendo a medida que la película transcurra.

Los testimonios de la época son contundentes: fue un drama nacional para los Estados Unidos y quedó impreso en los medios de la época.

En ese fluido de información que no da respiro aparecen muchos de los protagonistas de aquella santa epopeya entrevistados en la actualidad, con sus sentimientos e impresiones, que agregan una perspectiva particular al relato, algo arrepentidos algunos, otros no tanto, pero en definitiva un relato de un mundo que ya fue.

Los hermanos Way construyen una narración que va de la ilustración de la comunidad de Osho a los residentes de la época y sus disonancias. Pero en todo este cuento alucinante hay una figura clave que tiñe de un color particularmente confuso esta historia: Ma Anand Sheela.

Fue la secretaria personal de Osho y su discípula más importante, enamorada completamente –como muchos–de la idea de comunidad y divinidad que planteaba el gurú para su secta. Ella era la encargada de ejecutar todas las órdenes de Osho, cosa que incluía manejar una cuantiosa fortuna en continuo crecimiento y divulgar sus ideas, ya que el “maestro”, en un momento, decidió dejar de hablar y la dejo a ella a cargo de amplificar su mensaje.

Sheela aún vive en Europa y no teme enfrentarse con sus contradicciones tanto como lo hizo en su momento a la ciudadanía americana, diciéndoles de frente y mirando a cámara que se venían por la comunidad no tendrían miramientos para defender su cruzada rajnish. Era encargada de armar una red interna para poder llevar el control puertas adentro de la congregación que en aquellos años crecía sin cesar y debía enfrentar a la asociación “Los 1000 amigos de Oregon” que bregaban por expulsar esta hermandad de sexo libre, que no distinguía entre razas ni clases sociales. Así contada no parece mucho más que una puja civil, pero en un momento se pasan todos los límites.

Seis horas de montaje liviano, vertiginoso por momentos, con detalles que incluyen envenenamientos masivos, entrenamientos de tropas, logísticas descabelladas y lóbregos planes para lograr los objetivos. Sheela y los rajnish no dudan, no retroceden ni se rinden. Pueden contar con tiernos castores o linyeras excluidos del sistema, bañados y levemente drogados. Todo por un mundo mejor.

Wild Wild Country (EUA, 2018). Dirección: Chapman y Maclain Way. Disponible en Netflix.

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