En ciertas ocasiones, al ver una película, percibimos que por delante de la narración asoma con fuerza preponderante su tema, el asunto sobre el cual la autora o el autor desea y propone reflexionar, y que se convierte en el principio que estructura el relato. Así, ese relato deja de ser cobijo de cierta convicción personal, para constituirse en un terreno donde cada acción, cada decisión de los personajes, cada imagen simbólica se manifiesta embajadora de un cuestionamiento sobre nosotros y el estado de las cosas

El riesgo, en estos casos, radica en que lo particular de la historia quede subsumido a la universalidad del tema. Que aquello que es propio y singular de lo que se nos cuenta sea sofocado por la ansiedad, de quien narra, en hacer visibles sus motivaciones. Se cae, así, en las películas“valiosas”,“necesarias”u“oportunas, que es algo así como decir “bienintencionadas, pero narrativamente estériles”. No cabe duda de que en El acoso, segunda película de ficción de la realizadora israelí Michal Aviad, gobierna una voluntad por tematizar respecto a las situaciones de abuso que sufren las mujeres cotidianamente. Pero, ¿Es El acoso una película “necesaria”? Opino que sí, pero sin itálica ni comillas, pues Aviad no solo logra construir un abordaje preciso de las inequidades, abusos y maltrato que sufren las mujeres en los diversos ámbitos, sino que también aporta un trabajo en la puesta sumamente interesante y que le permite al film trascender el alegato.

Conocemos a Orna (Liron Ben Shlush) al salir de una entrevista laboral. Sube a la camioneta de Ofer (Oshri Cohen) contenta por haber obtenido un empleo como asistente de Benny (Menashe Noy), el dueño de una importante constructora que casualmente era también el comandante de la base militar en la que ella prestó servicio. Exultante, Orna le cuenta a su marido las posibilidades económicas y profesionales que se abren ante ella como agente de ventas de la gran torre que la empresa de Benny construye en las costas cercanas a Tel Aviv. Sin embargo, entre todas aquellas novedades, Ofer repara solo en una. “¿Qué significa que el horario de trabajo es irregular?”, pregunta. La respuesta amable y algo esquiva de Orna no oculta que para esa madre de 3 niños que desea reinsertarse en el campo laboral, la entrevista que se inició en aquella oficina, se continúa ahora en la camioneta y proseguirá en la casa, frente a un marido receloso ante cualquier cambio en la logística familiar que le impida continuar disponiendo de todo su tiempo para, él sí, poder dedicarse a su emprendimiento personal: un flamante restaurant.

En un salto vemos a Orna convertida en una sagaz agente de ventas, exhibiendo gran habilidad para atraer compradores y lidiar con ellos. Pero tan abruptos como su progreso profesional surgen la demanda de presencia en el hogar de su marido y el acoso de su jefe, quien hace gala de un adiestrado y perverso dominio de todas las formas de asedio y extorsión que se encuentran en el manual de las relaciones de poder.

Se mencionó al inicio. Como en toda película que procura indagar en un tema, no son los “qué” ni los “cómo”, sino los “por qué” los que los que afloran más nítidos. Aviad dedica especial atención a contar las causas por las que Orna va quedando prisionera de una telaraña urdida con toda impunidad por Benny, quien combina con toda perfidia, maniobras de demanda y recompensa, abuso y promoción. Pero sobre todo, a evidenciar la dinámica general que motiva su silencio.

El temor y la angustia vividos por Orna son ocultados en casa. Ocurre que allí, su marido, aunque la recibe con afecto, la espera con el revés de la misma trama. Su orgullo herido como hombre proveedor ante el progreso profesional de Orna y el reclamo de que postergue sus deberes laborales para atender el hogar y los niños, no inhiben a Ofer, sin embargo, de proponerle que le pida a su jefe un adelanto para hacer frente a las deudas de su restaurant. La virtud de presentar a la pareja procurándose afecto y deseo es que obliga a buscar no en la presencia o ausencia de amor, sino en la base desigual de las relaciones que lo determina. No hay posibilidad, entonces, de que la platea escape a la interpelación.

Pero esa lógica de sometimiento ante el abuso se expresa más allá de esos espacios y de ello también da cuenta el film de Aviad. Consejos, silencios y opiniones provenientes de familiares (propios y ajenos) o de compañeros de trabajo desnudan modos, procedimientos y prejuicios asociados a la mujer, que le asignan un espacio y le indican a Orna que deberá resolverlo a su modo, pero en soledad y sin llamar la atención. Inoculada de vergüenza y autorreproche, Orna calla y soporta. Soporta y calla.

Por momentos, la voluntad pedagógica del film le imprime una cadencia automática a los hechos, lesionando su potencial dramático. Un factor que compensa esto es la puesta en escena, sin estridencias ni distracciones, pero en absoluto inocua. Ya desde el formato anamórfico elegido por la directora, la imagen aporta a la sensación de encierro y agobio que transmite la película. Una imagen cuya altura deja sin aire a Orna, pero lo suficientemente ancha como para que el acosador y su víctima asomen siempre en plano conjunto, en una proximidad insoportable. La cámara no abandona nunca a Orna y es junto a ella que atravesamos la experiencia del acoso de cabo a rabo.Si bien las escenas junto a su jefe son las más intensas, los escaso momentos de soledad son sin lugar a dudas los más atractivos del film. El peso dramático que la película drena durante el fatigoso ir y venir de Orna entre reuniones y llamados telefónicos, lo recuperamos cuando, finalmente liberada de la mirada de terceros, ahoga la angustia, mutila sus emociones y se priva de desgarrarse.

Aviad se muestra hábil para aprovechar los espacios con reencuadres en paredes, puertas y ventanales, cercenando el margen de maniobra de Orna. La ausencia de música permite que el filo de las acciones se mantenga intacto, mientras la fotografía traza, con puntos fríos y cálidos en cada plano, la agria coexistencia en el presente de Orna de motivos de angustia y felicidad. La puesta diseñada por la directora le devuelve el eco, los contrastes, la textura a una narración por momentos mecánica. En esta ocasión, el visionado de la película lo compartí con mi compañera. Junto a ella, comprendí que allí donde yo veía un afán recopilatorio, había en verdad una aproximación pavorosamente verosímil a las múltiples experiencias de abuso y acoso que toda mujer transita durante su vida.Con un final que habilita a la polémica, no cabe duda de que los debates que hoy están teniendo curso encuentran en El acoso un trabajo preciso y sensible que los alimenta.

Calificación: 7/10

El acoso (Isha Ovedet, Israel, 2018). Dirección: Michal Aviad. Guion: Michal Aviad, Sharon Azulay Eyal, Michal Vinik. Fotografía: Daniel Miller. Edición: Nili Feller. Elenco: Liron Ben-Shlush, Menashe Noy, Oshri Cohen, Irit Sheleg, Dorit Lev-Ari. Duración: 93 minutos.

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