Queda claro desde la primera escena que Los olvidados, al igual que Sonno Profondo (2013) y Francesca (2015), es una película posmoderna con un fuerte anclaje en la reivindicación de los géneros puros, el homenaje sincero y un amor por el cine de terror que traspasa la pantalla. Si sus primeras dos películas son sendas cartas de amor al giallo de Lucio Fulci, Mario Bava y Dario Argento –en el caso de Francesca hablada íntegramente en italiano, para más inri- desde un punto de vista formal, estético y narrativo -lo que coloca a sus obras en el límite entre el homenaje y el plagio-, Los olvidados adopta las reglas del slasher clásico, sin vueltas de tuerca ni intentos por revitalizar a un subgénero que tuvo su auge en los ’80. Nada de eso, acá todo es palo y a la bolsa.

Tanto es así que luego de una introducción con imágenes aéreas de las ruinas acompañadas de archivos de audio que explican de forma concisa la tragedia hídrica que sufrió la ciudad de Epecuén, lo que vemos es casi un calco de la primera escena de Martyrs (Pascal Laugier; 2008), quizá la mejor película parida por aquella camada de jóvenes directores galos representantes de lo que el crítico James Quandt denominó como “nuevo extremismo francés”.

Los olvidados cuenta la historia de un equipo de cineastas independientes que llega hasta Villa Epecuén para filmar un documental sobre ese pueblo -que estuvo más de veinte años bajo el agua luego de una siniestra inundación y emergió para convertirse en un cúmulo de ruinas trágicas pero bellas, ideales para atraer el turismo y todo tipo de curiosos- con Carla (Victoria Maurette), una joven que cuando niña fue testigo de las inundaciones como protagonista del documental. Allí, en pleno rodaje, se toparan con un grupo de asesinos psicópatas que comienzan a darles caza uno a uno de los formas más violentas imaginables. Nada nuevo bajo el sol.

No es de extrañar que los cineastas hayan elegido recorrer los sangrientos caminos del slasher en su nueva producción, si tenemos en cuenta que el giallo es una de las mayores influencias de este subgénero del cine de explotación. Los olvidados no solo tiene la típica estructura de las slasher movies y homenajea a películas como The hill have eyes (Wes Craven; 1977) sino que por momentos directamente parece una remake aggiornada y argentinizada del clásico de culto The Texas chainsaw massacre (Tobe Hooper; 1974), una de las obras del cine underground norteamericano que terminaron de definir al subgénero.

Si el slasher tiene sus propias reglas y convenciones, en esta película se cumplen a rajatabla: el grupo de amigos jóvenes –en este caso una crew de cine- viajando a un pueblito alejado, habitado por seres extraños y poco amistosos, los psicópatas asesinos armados con objetos filosos y puntiagudos, las chicas lindas, el sexo y el rock and roll.

Pero Los olvidados no es sólo fórmula y homenaje. Se pueden rescatar varios aspectos interesantes tanto desde lo narrativo como desde lo formal. Los Onetti logran un clímax que por un lado puede que caiga en los abismos del clisé extremo –si ya viste The Texas chainsaw massacre, ya viste parte del tercer acto de Los olvidados– pero al que le imprimen una vuelta de tuerca interesante, al que se le suma la ausencia de la típica final girl –la heroína que llega al final de la película para escapar de las garras del asesino e incluso matarlo-, y la desesperanza a flor de piel.

El otro aspecto interesante es la inclusión de metaficción. Los olvidados es una película dentro de otra película que mezcla hechos reales con ficción. Incluso uno de los personajes –“El Vasco”, encarnado por Adrián Dreizik-, lleva puesta una remera con el poster de Francesca, uno de los giallos realizados por los hermanos Onetti. Como una muñeca rusa, vemos una película –Los olvidados– que homenajea a otras películas –The Texas chainsaw massacre, The hill have eyes, Martyrs– dentro de otra película –el documental sobre la ciudad de Epecuén- que hace referencia a una tercera película –Francesca-, y así envuelve al espectador en un universo ficcional cíclico y repetitivo, pero no por ello menos atractivo.

Desde el aspecto formal, Los olvidados es una película de factura impecable. Anclado en el gran trabajo del DF Facundo Nuble y en la puesta tanto en cuadro como en escena de los directores, las tristes pero a la vez bellas ruinas de la ciudad de Epecuén, con su mítico matadero y su cementerio derruido, se convierten en un personaje, quizá el más importante del relato. Antes que una locación buscada a partir de un guión, parece como si todo el guión hubiera sido adaptado a la locación que fue muy bien explotada gracias a la pericia técnica que muchas veces se echa en falta en el cine de terror argentino.

Los constantes planos cenitales aéreos no solo muestran la belleza del caos que dejó el agua, sino también exponen al pueblo ante el espectador como un gran laberinto abandonado del cuál las victimas van a tener que escapar como sea, si no quieren ser cazadas por los minotauros bonaerenses. El uso del fuera de campo –recurso narrativo imprescindible para el género terror- se transforma en un pilar de la narración, sobre todo en el primer acto, pero también hay lugar para generar incomodidad con escenas de puro gore que de a ratos rayan el torture porn, con una búsqueda estética clara y efectiva.

Es poco probable que la película aburra al espectador neófito en el cine slasher, para quien todo será nuevo y reluciente. El amante del género podrá disfrutar con las referencias y los homenajes, o se sentirá defraudado al visionar secuencias completas que ya vio más de una vez en otro idioma y distinta época. Eso sí: ambos estarán de acuerdo en que estética y técnicamente, Los olvidados sobresale de la media del cine de terror argentino. Se le puede criticar la por momentos extrema similitud con The Texas chainsaw massacre y los abundantes clisés del subgénero con el que trabajan, pero a esta altura es más que obvio que los hermanos Onetti son artistas sinceros que no buscan esconder sus referencias, sino todo lo contrario.

Tampoco parecen estar en la búsqueda de revolucionar el género ni regodearse en la originalidad, sino ceñirse a las reglas de un cine de terror particular con cierto color local, como empanadas a la 12 Apóstoles, veteranos de la guerra de Malvinas y torturas y vejaciones con música –tango- al palo para camuflar el dolor de la víctima, al mejor estilo de los genocidas vernáculos en los años de plomo de nuestro país.

Los olvidados (Argentina, 2018). Dirección: Luciano Onetti, Nicolás Onetti. Guion: Luciano Onetti, Nicolás Onetti, Carlos Goitia. Fotografía: Facundo Nuble. Edición: Luciano Onetti. Elenco: German Baudino, Paula Brasca, Mirta Busnelli. 98 minutos.

Si te gustó esta nota podés invitarnos un cafecito por acá: