La resolución 942-2017 puso culo para arriba a todo el arco cinematográfico, sobre todo al segmento de medianas y pequeñas producciones, al cine de autor. El reclamo suena por momentos a un mantra, “en el cine no hay grieta” se escucha una y otra vez, pero lo que sí hay son intereses encontrados. El gobierno con operaciones mediáticas ultra berretas anula la posibilidad de una discusión importante para aprovechar el enojo, la polarización y seguir encubriendo el recorte y la posibilidad de favorecer a las grandes productoras.

Entrevistamos a Juan Villegas, director, productor, fue presidente del PCI y participó en varios comités de evaluación del INCAA, crítico de cine y docente de la FUC. Un tipo ecléctico que tiene una opinión clara y, sobre todo, una posición, mas allá de sus intereses, y que no teme decir lo que piensa.

Hernán Gómez: ¿Cómo evalúas hoy, con cierta distancia, las últimas gestiones del INCAA, incluyendo la de Cacetta, teniendo en cuenta el segmento que ocupan las películas que dirigís y también las que producís?

Juan Villegas: En principio, debo decir que evaluar la gestión de un Presidente del INCAA es muy complejo. Sospecho, sin haber estado nunca ahí, que manejar ese armatoste debe ser muy complicado. A las habituales complicaciones que genera la administración pública en general, en este caso se le suma una demanda de sectores con intereses muy enfrentados. Es mentira que todos los que estamos en el cine queremos lo mismo. Cada sector pide algo distinto y, en muchos casos, contradictorio con el reclamo de otros. Además, el INCAA es una gran torta de plata de la que cada parte quiere su porción más grande. Y ni siquiera hablemos de lo que debe implicar la presión sindical interna, que complica cualquier intento de modernización en el funcionamiento y la gestión del organismo. Hecha esta salvedad, me parece que la gestión de Cacetta parecía haber logrado cierto equilibrio en todas estas cuestiones. Tal vez, en su afán de querer satisfacer a todos un poco, terminó sin el apoyo fuerte de nadie. Y por ese cayó. Es solo una hipótesis; no tengo indicios ni pruebas concretas. En relación al segmento de películas que yo hago como director y/o productor (que va desde producciones muy pequeñas, casi artesanales, hasta películas de autor con presupuesto medio) creo que la situación no había cambiado mucho con respecto a las gestiones anteriores. Sí sentí que había una intención de tratar de hacer que cada película encuentre su espacio de exhibición afín, lo que me parecía una buena idea, aunque muy compleja de llevar adelante. Y me pareció interesante la idea de sumar convocatorias de concursos para películas de bajo presupuesto. La práctica probó que la reglamentación de esos concursos tenía muchas fallas, porque se presentó muy poca gente. Aunque también hay responsabilidad de los productores en no aprovechar esas vías para apostar a producciones con otro riesgo artístico y menos beneficio económico.

Con respecto a la gestión de Haiek, diría que hay que esperar un tiempo aún para entender cuál es el proyecto. Por un lado, veo un énfasis muy grande en la idea de ordenar al INCAA, de ser más riguroso con la producción en el cumplimiento de la ley, en limitar la cantidad de películas para evitar que haya tantas producciones que solo engrosan el número final de películas pero no aportan mucho a la cinematográfia argentina en ningún aspecto. Sin embargo, este mismo afán en todas estas cuestiones, algo que yo podría juzgar como positivo, está generando muchas dificultades sobre todo para la producción más independiente. Y alimenta las sospechas de que el proyecto sea el de achicamiento. Creo que falta claridad y señales nítidas de que no hay intención de tocar el Fondo de Fomento y, aún más, que la idea es que sea más eficiente y útil para la producción y la exhibición del cine argentino.

HG: Me interesa saber cuál es el recorrido de un película pequeña o producciones de presupuesto medio. Aparte de los espacios Incaa, el Bama, Lorca o los Cine Arte en el mejor de los casos y sin contar los festivales internacionales. ¿Qué alternativas quedan?

JV: No hay una regla general. Lo que a veces percibo es que el cine argentino de autor independiente tiene una desventaja con respecto a las películas extranjeras de mismo tipo que se estrenan en el país. Y es la siguiente: el cine argentino de  autor se estrena todo y las películas terminan compitiendo entre sí por el mismo público e incluso, muchas veces, en las mismas fechas. En cambio, del cine extranjero de autor hay una selección que hacen los distribuidores que traen esas películas. Eso genera menos competencia entre sí. Por otro lado, hay más posibilidades de que el público afín al cine de autor se “queme” con una película argentina mala (que sea de autor e independiente no garantiza que sea buena) que con una extranjera. No se cuál es la solución a esto.

HG: ¿Creés que la resolución 942-2017 es nociva para las medianas y pequeñas producciones? ¿Cómo afecta la bancarización del dinero a cobrar según tu punto de vista? ¿Es correcto decir que conlleva una renta para el banco que opere con dichos fondos?

JV: Es nociva, básicamente, porque suma más burocracia, requisitos y complejidad a los mecanismos para acceder a los beneficios de la Ley de Cine. Lo de la bancarización todavía no está vigente, aunque sí anunciado. Evidentemente, lo que deja al descubierto esto son las fallas de la Ley de Cine. Por muchos años, el INCAA ha funcionado sin cumplir la ley en todos sus aspectos, a veces en beneficio del productor (por ejemplo, en esto de que los créditos los dé el INCAA y no un banco, como indica la Ley) y otras veces en su perjuicio. Y ahora parece que se quiere empezar a hacer cumplir todo. Hacerlo de golpe puede ser muy duro para todo un sector acostumbrado a mucha informalidad. Para usar un término de la época, yo pediría un poco más de “gradualismo”. Con respecto a lo de la renta para el banco que opere, es una cuestión muy técnica que me excede. Tiendo a pensar que no va por ahí la cuestión, que no hay intención de beneficiar a los bancos. Pero insisto con lo que decía antes. La industria y el INCAA se movieron muchas veces al borde de la Ley, a veces para sacar ventajas y manejarse discrecionalmente, pero muchas otras como una manera de sobrevivir y seguir adelante frente a regulaciones imposibles de cumplir. Además de ir, gradualmente, hacia un cumplimiento total de la Ley, no estaría mal pensar en una modificación que se adecúe a la realidad de la industria, que cambió muchísimo desde 1994.

HG: ¿Es cierto que las pautas de la resolución no fueron consultadas ni debatidas con los diferentes sectores que integran la industria?

JV: No estoy en sectores de decisión en ninguna de las entidades. Por lo que sé, se venían discutiendo posibles modificaciones, pero efectivamente lo que terminó saliendo sorprendió negativamente a casi todos. Digo “casi”, porque el sector de los productores, sobre todo el de los productores más grandes, no ha manifestado nada públicamente.

HG: Vos que tenés mucho conocimiento de las formas en que se consiguen los fondos del exterior, ¿cómo percibís el futuro a cercano o el mediano plazo del cine independiente nacional?

JV: Tenemos, en ese sentido, una cuetión que puede ser un gran problema o una gran solución: el empuje que están tomando las plataformas de VOD (Netflix y otras). Las fuentes de financiación, lógicamente, siempre están vinculadas de alguna manera a los espacios de exhibición. Ejemplos de lo que sucede al menos hasta ahora: la televisión, los fondos de ayuda vinculados a festivales, adelantos de distribución internacional, etc. Aparentemente, el futuro de la exhibición del cine, aún del cine independiente, pasará por esas plataformas VOD. Es lógico pensar que de ahí vendrá también parte de la financiación. Del mismo modo, el INCAA y el Estado Nacional deberá hacer cumplir el espíritu de la Ley y recaudar el 10% de la facturación en esas bocas de exhibición. Pero al mismo tiempo hay que decir que la demanda que tienen plataformas como Netflix (y de su público, obviamente) es más de series que de películas. El formato seriado está ganando terreno en la exhibición hogareña. Y no hay forma de luchar contra eso. Es totalmente lógico. Es un formato más afín a la forma hogareña de consumir lo audiovisual. ¿Entonces qué hacemos los que creemos que el cine todavía tiene mucho para decir sobre el mundo? No lo sé. Solo se me ocurre que hay que dar la pelea cultural, para hacer entender que el cine siempre va a ser otra cosa, que puede ofrecer una verdad que la televisión (aún el VOD de más calidad), por su propia naturaleza, no puede ofrecer.

HG: Tal vez las grandes productoras no se manifestaron porque entiendo que tienen la logística y las estructuras para continuar sin problemas. Inclusive tienen un acceso a las plataformas, a los multicines, etc. Habría que equilibrar desde el Estado porque la crisis puede estar más cerca de lo que pensamos. Ahí entra también la cuota de pantalla que nunca se termina de cumplir. Termina siendo un tema de políticas culturales, ¿no?

JV: Yo soy un liberal, en el mejor sentido posible de esa palabra tan bastardeada. Pero eso no impide que piense que las regulaciones para equilibrar desigualdades e injusticas sean necesarias. Incluso, creo que una política cultural debe tomar decisiones que impliquen perjudicar a algunos para beneficiar a otros, porque creo que estos (que muchas veces están en situación de debilidad) aportan al país un valor que no siempre es medible en términos económicos. Una política cultural debe ayudar a que aquello que está en los márgenes pueda acercarse al centro. Siempre vuelvo a la frase de (Konrad) Adenauer, aquel primer ministro alemán: “tanto mercado como sea posible, tanto Estado como sea necesario”. Yo no tengo esa desconfianza total y ese desprecio por el mercado que tiene el progresismo argentino. Creo que hay que ayudarlo, incluso desde el Estado, a que se desarrolle y crezca lo más posible. Y la función del Estado es controlar que se cumplan las reglas que permitan el bien común y actuar lo necesario para regular las injusticias. En ese sentido, la cuota de pantalla puede ser una herramienta, pero no estoy seguro de que sea la más eficaz en nuestras circunstancias.

HG: ¿Cuál sería una posible salida si el Instituto sigue sin voluntad de diálogo?

JV: No me consta que no tenga voluntad de diálogo. Por lo que sé, el díálogo sigue abierto. Confío en que se harán las modificaciones para que la situación mejore. Para mí esto no es nuevo. He vivido decenas de situaciones así, desde el 2003 para acá, en las que decisiones del INCAA chocaban con los intereses de muchos sectores. Sinceramente creo que hoy el contexto político influye de una manera que antes no sucedía. Una parte muy grande de los que integran la comunidad cinematográfica siente mucho desprecio por el Gobierno Nacional y ven cualquier medida del INCAA con la que no acuerdan como una comprobación de todo lo que no les gusta de Macri. Hay mucho prejuicio ideológico. Las gestiones de Coscia, Alvarez, Mazure y Cardoso también llevaron adelante propuestas que afectaron mucho a la producción independiente. Y seguimos andando, a pesar de todo. Y una cosa más. Estoy de acuerdo en que las denuncias de corrupción parecen estar siendo usadas para justificar posibles recortes o para demonizar al sector de la producción, sin embargo, hay que decir que hubo y posiblemente sigue habiendo corrupción en el INCAA. Y que los integrantes de la Industria tenemos una responsabilidad ahí porque hemos callado y avalado muchas cosas que no estaban bien. Y la plata robada es plata que no va al cine. Pedir más transparencia y menos corrupción es también cuidar el Fondo de Fomento.

HG: Coincido en ciertos puntos. Claro que pedir más transparencia y nada de corrupción es y debería ser la norma. El problema en ese punto es que el gobierno avala ciertas formas como la denuncia mediática que es casi una condena a priori y desvía de manera contundente el foco de la discusión, se convierte en una cuestión ideológica que además carece de rigurosidad, es más bien haragana, pero que les sirve para remover funcionarios como Cacetta y Rovito, como se hizo a partir de aquel famoso informe del programa de Fantino.

En el último programa de Majul no se mencionó ningún nombre propio, ni se mostró ninguna factura, se hablaba de películas de propaganda con cuarenta y cinco espectadores. Todo muy raro, como la presencia y arenga del ministro Lombardi. ¿No te parece peligroso ese accionar?

JV: Sí, coincido totalmente. Pero hay que reconocer también que ciertos manejos del INCAA y de parte de la industria le han dejado el juego muy fácil a estas operaciones. ¿Por qué no se puede, desde los que formamos parte del medio, hacer las dos cosas? Pedir que se invesiguen las denuncias, que se limpie el INCAA de estas maniobras, que la genta sepa que hay corrupción en el INCAA y, al mismo tiempo, sospechar de las buenas intenciones de los que las hacen.

 HG: No dudo de que el cine independiente siempre es afectado de una u otra manera, pero ¿recordás alguna adecuación durante las gestiones del gobierno anterior que hayan sido tan taxativas?

JV: Por ejemplo que los directores de óperas primas no puedan presentarse a la Segunda Vía. O, mucho antes, a principio de siglo, con el nacimiento de la preclasificación, pensada para poner un freno al aluvión de películas independientes que se filmaban sin presentarse al INCAA y pedían los beneficios de la Ley una vez terminadas, lo que permitió en su momento la existencia de películas como Mundo grúa o La libertad. La ausencia de planes de conncursos con regularidad y reglas claras para primeras y segundas películas, y películas de bajo presupuesto. La ausencia de concursos para la producción de corotmetrajes, más allá de Historias Breves. La ausencia de concursos para desarrollo de proyecto y desarrollo de guion. Todas cosas que sí se llevaron adelante este año, desde la gestión de Cacetta, aún con muchas falllas en las regulaciones y en la gestión de esos concursos. Por otro lado, recuerdo muchas épocas en las que los pagos de créditos y subsidios se demoraban inexplicablemente, al mismo tiempo que se conocían casos de productores y gestores que sí accedían a los beneficios de una forma muy rápida. Y todos los subsidios otorgados discrecionalmente (los llamado “3roJ”) también eran una forma de perjudicar y discriminar a la producción independiente.

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