Charlie Kaufman, leyendo el postulado Número 61 de Guy Debord en su libro La sociedad del espectáculo[1] antes de citar al autor y al libro en su película de Netflix: “El agente del espectáculo puesto en escena como vedette es lo opuesto al individuo en sí mismo, el enemigo del individuo tan evidentemente como en los demás. Al ingresar en el espectáculo como modelo de identificación, ha renunciado a toda cualidad autónoma para identificarse con la ley general de la obediencia al curso de las cosas. La vedette del consumo, sin dejar de representar exteriormente diferentes tipos de personalidad, muestra a cada uno de estos tipos de poseedores de igual acceso a la totalidad del consumo, en el cual encuentran una idéntica felicidad”.

Charlie Kaufman, citando a Wordsworth a destiempo, por más que la que lo haga sea, en realidad, Lucy, Louisa, Lucia y/o Ames, siempre interpretadas por la bellísima Jessie Buckley.

Charlie Kaufman, con problemas de montaje para filmar adentro del auto (¿que se justifican estéticamente en y por los guiños esquizofrénicos del film?).

Charlie Kaufman, entendiendo debordianamente que su película es una vedette de espectáculo, de consumo; que él mismo como artista lo es; y que está en su público -si es que lo tiene- decidir cómo consumirla, cómo consumirlo a él precisamente.

Charlie Kaufman, vedettizándose en Netflix para ser odiado, admirado, más nunca pasar mayormente inadvertido.

Charlie Kaufman, filmando primeros planos de Jessie Buckley y sus rulos irresistibles.

Charlie Kaufman, con una maravilla (¿kitsch?) sobre Robert Zemeckis y una película dentro de una película en un café yanqui de mala muerte.

Charlie Kaufman, Una mujer bajo influencia (1974), el amor a Cassavetes, el odio a la crítica cinéfila… ¿o al revés?

Charlie Kaufman, entendiendo que los deseos tienen materialidad en la memoria y la memoria materialidad en espacios y tiempos oníricos manipulándolos a su antojo; articulando significantes más que significados en la intimidad más recóndita de nuestras personalidades.

Charlie Kaufman, contando la vida de una tal Jake (Jesse Plemons) que a nadie le importa mayormente durante la película y mucho menos al final de ella, por más que fuera el único que tendría que importar, o haber importado aparentemente.

Charlie Kaufman, y el copo de nieve de El ciudadano (1941) de Welles vuelto gélida tormenta blanca en medio de la nada y la oscuridad yanqui.

Charlie Kaufman, y sus complejos familiares de Edipo, Electra, los que sean: todos de él para ver si con alguno somatizamos nosotros.

Charlie Kaufman, a lo Kenneth Goldsmith, entendiendo que la escritura creativa (en el cine) ya no existe más y ahora todo puede ser un compendio de citas y fragmentos ajenos ensamblados, montados, como un cut& paste gourmet.

Charlie Kaufman, dialogando con cerdos animados llenos de gusanos que la Torá (le) prohíbe comer.

Charlie Kaufman, crispando la linealidad de los relatos sólo por crispar, pues el relato se cuenta igual.

Charlie Kaufman, boludeando al sobrevalorado David Foster Wallace.

Charlie Kaufman, boludeado -por comparación y decante- ante el sobrevalorado David Lynch.

Charlie Kaufman, sin mucho que decir en Pienso en el final; no obstante, lo poco que dice, llega… ¿a dónde? Depende en qué parte de la película se abandonó la misma… incluyendo los que llegaron hasta el final.

Charlie Kaufman, y una escena extremadamente bella con los bailarines en la secundaria de principio a final.

Charlie Kaufman, jugando banalmente a darle la razón a aquellos que alguna vez hablaron de posmodernismo y ahora hablan con cierta torpeza de posverdad.

Charlie Kaufman, pensando finales para un comienzo que nunca parece acabar.

Charlie Kaufman, repartiendo colores triviales en una película donde se deben olvidar.

Charlie Kaufman, presentes, pasados, futuros todos entremezclados en un onanismo intelectual que, no obstante, genera cierto placer precoz, íntimo.

Charlie Kaufman, jugando como un chico entre charcos de agua con barro después de una lluvia con lo rizomático deleuzziano: con los “Yo” del psicoanálisis que no se pueden purgar porque, quizás, no se deba hacerlo.

Charlie Kaufman, Jake, Pienso en el final y como con John Malkovich queriendo ser alguien más.

Charlie Kaufman, todos nombrándolo para bien o para mal.

Charlie Kaufman, entregando bodrios con moño doble donde en el rulo del moño, justamente, puede habitar lo genial.

Charlie Kaufman, el mismo que como guionista hizo un relato bellísimo con Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004) así Gondry lo podía filmar.

Charlie Kaufman, el tipo que odia a George Clooney y con razón.

Charlie Kaufman, Pienso en el final, la tormenta de nieve, el copo de Kane, los rulos de Buckley, el cerdo sabio y animado que no se debe comer, la identidad en crisis, la cita a Zemeckis, los bailarines en la escuela, pararse en medio de la nada a tomarse un helado cuando el mundo está más frío que nunca; las pinturas cuestionadas en un celular, la perspectiva de las pinturas como modelo de mirada moderna caduca; la esquizofrenia íntima, los deseos postergados, con fecha de vencimiento, maldigeridos; el amor idealizado, vacío aunque paradójicamente pleno; la familia como carga, la familia que nos carga; Estados Unidos y su turbia inmensidad; vedettizarse como show, como consumo inofensivo aunque incómodo; tergiversar por todos lados la palabra “felicidad” y en la tergiversación ser tan opacamente trascendente como fugaz.

Charlie Kaufman, Pienso en el final, la venta de humo -pero del bueno- y una película para olvidar o recordar sin culpas sólo después de verla (aguantarla) hasta el final… Hasta la belleza de una mañana recién despierta entre tanto manto pálido, invernal, total.


[1] Cita extraída del libro La sociedad del espectáculo, editado por La marca editora, en 2018, Buenos Aires.

Pienso en el final (I’m Thinking of Ending Things, Estados Unidos, 2020). Dirección: Charlie Kaufman. Guion: Charlie Kaufman, Ian Reid. Fotografía: Lukasz Zal. Montaje: Robert Frazen. Elenco: Jesse Plemons, Jessie Bucley, Toni Colette, David Thewlis, Guy Boyd. Duración: 134 minutos. Disponible en Netflix.

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