1. Yardley, el punto de partida de Un día lluvioso en Nueva York, es apenas eso que vemos: un campus universitario, mucho sol y árboles. Un espacio corrido del tiempo, que para la película es lo mismo que un lugar donde no pasa nada. Un lugar periférico condenado a ser el comienzo de un viaje a la metrópoli. Cuando en el final Ashleigh (Elle Fanning) retorne, no vemos Yardley (nótese el parecido en la sonoridad del nombre del personaje y el lugar en que vive, señal de una pertenencia mutua), sino al personaje subido a un carruaje, como si fuera en él que seguirá su viaje de regreso. Yardley no existe más que como un territorio que es inevitablemente parte del pasado.

2. En Nueva York es donde ocurren las cosas. No importa demasiado qué hizo que Gatsby (Timothée Chalamet) saliera de la ciudad para sumergirse en ese territorio donde solo consigue una chica de la que se enamora y unos cuantos apostadores a los cuales sacarle un buen dinero jugando a las cartas. La oportunidad de regresar a Nueva York lo sumerge en el armado de un plan: como contrapartida de ese lugar en el que no parece haber nada para hacer, las horas en NY no alcanzan para organizar ese viaje cuya excusa es acompañar a su chica, que debe hacer un reportaje para el periódico universitario. Toda la película es la demostración empírica de ese precepto: se siga el trayecto de Gatsby o el de Ashleigh, la cantidad de cosas que ocurren en esas horas en la ciudad superan todo lo que han vivido en Yardley. Es justamente la ciudad, no los personajes, lo que establece el camino que cada uno de ellos va a seguir.

3. Nueva York es, en el universo de la película, una ciudad cinematográfica. El cine atraviesa a los personajes, pero de una manera diferente a esa presunción que trae Ashleigh del pueblo, de una valoración del cine como forma artística. Aquí se trata del cine presente en las calles, en la vida cotidiana. Allen reconstruye a la ciudad como un set cinematográfico por partida doble. Recreando la iconografía que él mismo ayudó a construir y apelando a escenas que remiten a otro cine americano -pienso en la escena en la entrada al edificio donde vive Chan (Selena Gomez) o en la de Ted (Jude Law) descubriendo el engaño de su esposa, que remiten al cine americano de los 60 y comienzos de los 70-. Y de manera explícita, cuando Gatsby recorre las calles y se topa con la filmación que lleva adelante su amigo y en la que termina participando. Si Yardley es un territorio en el límite de lo imaginario porque es apenas una referencia, Nueva York se constituye de manera similar como una ciudad que solo parece existir en función de la ilusión cinematográfica.

4. La bifurcación de los caminos de la pareja central no es casual, sino inevitable. Ambos entran en la ciudad cinematográfica por caminos que llevan en direcciones opuestas. Ashleigh comienza su recorrido en la entrevista con el director de cine en crisis Roland Pollard (Liev Schreiber), sigue en las peripecias con el guionista Ted para encontrar a Roland, y termina en el motorhome y luego en la casa de Francisco Vega (Diego Luna), actor y star latino. El de ella es un recorrido por la periferia del cine, que va de la entrevista en el lobby del hotel a la sala para ver la película, y de allí al set y a las cámaras de televisión que siguen a la estrella y finalmente a la fiesta donde se empecina en preguntarle algo a todos y cada uno de los personajes de la industria que reconoce. Y donde, como no puede ser de otra manera, todos los hombres se enamoran de ella, porque es la representación de lo diferente, de esa ingenuidad pueblerina y por momentos algo torpe que los saca del ensimismamiento de la gran ciudad, de la industria a la que hay que responder, del público al que hay que conformar. Más que a lo desconocido, para Ashleigh es un viaje a un territorio que es presente puro, pero que responde a los clichés de una industria que se repite a sí misma y que en esa repetición solo delata su estancamiento en el pasado.

5. A cambio, Gatsby emprende un camino que lo lleva al cine propiamente dicho. Que entre en la filmación de su amigo, que lo hagan participar de la escena con Chan –y no es casual que él se plantee que no puede besarla porque está enamorado de Ashleigh, confundiendo los planos de realidad y ficción durante un largo rato-, es la representación más contundente de ese ingreso. Ya no ve el cine “desde afuera”, como en la rememoración de la primera cita con Ashleigh. Ahora, su propia historia es la que se cruza con el cine. Y no solo porque recupera el –también- cliché del pianista que toca en el bar cuando están levantando todas las mesas, sino por la referencia cruzada con Chan sobre la idealización de cómo terminaría una película, que da pie a la escena del final. Si Gatsby entra en el cine, es porque, como el Gil de Medianoche en París abre una puerta que lo lleva al pasado que creía haber abandonado y del que evidentemente no puede despegarse. Su recorrido está plagado de encuentros con amigos y ex compañeros como un rewind en tiempo presente, y  la aparición de Chan remite a su relación previa con la hermana: ambos hablan una y otra vez de ese pasado que los dos idealizan de diferente manera y que el otro quiebra. Si Gatsby recuerda su relación con Amy con cierta intensidad, Chan disuelve esa mirada con lo que su propia hermana le contaba. Si Chan recuerda que estaba enamorada de Gatsby cuando salía con su hermana, éste se muestra indiferente y dispuesto a una disputa verbal que se continúa en cada momento en que se encuentran. Pero también es su familia la que aparece en esa puerta abierta al pasado –tampoco es casual que para que no lo vean sus tíos, Gatsby encuentre refugio en la representación de la tumba egipcia en el museo-: si esa secuencia de la fiesta amenaza con ser una ficción multiplicada –desde el momento en que contrata a una prostituta para que se haga pasar por su novia-, la intervención de la madre de Gatsby (Cherry Jones) rompe con esa ficción armada por su hijo, para a la vez exponer a la vida familiar como una ficción que ocultó una realidad que solo en ese momento se atreve a revelar a su hijo. El pasado al que se asoma Gatsby no es un espacio quieto, inmóvil y melancólico: en todo caso, como Yardley, funciona como un punto de partida para refundar su relación familiar y empezar su relación con Chan. Ese pasado es, como en Medianoche en París, un pasaje abierto hacia el futuro.

6. Como en muchas de las películas de Woody Allen, bajo la apariencia de una comedia romántica, lo que realmente importa es desarrollar variantes del desencuentro. Que Un día lluvioso en Nueva York lo haga explícito, en todo caso, es la reafirmación de la idea: que Ashleigh y Gatsby no puedan volver a encontrarse a lo largo de ese extenso día marcado por la lluvia remarca una imposibilidad que ya estaba cifrada en el comienzo. La luminosidad de ella, los colores apagados de él, subrayados desde la ropa que suelen usar (¿ese saco de Gatsby no parece salido directamente de la década del 70?), están planteando desde las primeras escenas lo que se transforma en inevitable: ya no que sus caminos se desarrollen por lugares diferentes, sino que de uno y otro lado parezcan, de a poco, ir sacando al otro del primer plano de sus vidas (Gatsby abandona su enamoramiento; Ashleigh niega que Gatsby sea su novio; para ambos, el cruce con otros deja de verse como una traición). La decisión que toma Gatsby en el final de la película es la que Ashleigh no se atreve a tomar, pero revela una dualidad entre la ruptura y lo conservador que hace más complejos, menos lineales, a los personajes; y los hace también menos permeables al cuestionamiento desde afuera. El cine de Woody Allen de los últimos tiempos ha crecido no desde la recuperación de la mirada irónica o sarcástica de sus film del pasado, sino desde la comprensión y la ausencia de juicios sobre los personajes –y un antecedente claro al respecto es Café society, de la cual esta podría ser una relectura en función del juego que establece alrededor del cine y de los desencuentros amorosos-, como si hubiera comprendido que antes de poner a un alter ego más o menos gracioso en el centro del relato, podía ser mejor tratar de empatizar con un grupo de personajes que buscan algo, y que no saben muy bien qué es ni cómo conseguirlo. Tal vez en eso se parezcan hoy director y personajes.

Calificación: 7/10

Un día lluvioso en Nueva York (A Rainy Day in New York, EUA, 2019). Guion y dirección: Woody Allen. Fotografía: Vittorio Storaro. Montaje: Alisa Lepselter. Elenco: Timothée Chalamet, Elle Fanning, Selena Gómez, Liev Schreiber, Jude Law, Rebeca Hall, Diego Luna, Cherry Jones. Duración: 92 minutos.

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