Atención: Se revelan detalles de la resolución de la trama.

Aunque Netflix la cataloga como «terror», y a menos de un minuto de acción nos pega un buen susto, La invitación le escapa a ese género. Y hay que aclararlo, pese a que la música en ese arranque también presagie sobresaltos, muertes y miedo. Porque una vez finalizada la presentación, una vez encerrados en el único escenario en el que va a transcurrir la película, más que terror esta película nos genera cierta tensión, propiciada por la estrategia del suspenso. No mucho más. Por lo menos hasta que no supere el umbral de tolerancia de cada espectador, que será difícil que no acontezca.

El inicio de esta película es breve, finaliza muy pronto, con algunas cuestiones que necesitamos entender y sentir, todavía muy crudas. Es que la trama de la película gira en torno a una reunión de amigos que hace mucho tiempo no se ven, y el único parentesco que tenemos claro entre esa docena de personajes resulta levemente forzado en virtud del argumento. Will (Logan Marshall Green), quien nos condujo a la mansión donde todo se va a desarrollar, es el ex esposo de Eden (Tammy Blanchard), que ahora junto a su nueva pareja recibe a todo el grupo de amigos. Así, la incomodidad del protagonista —que asistió con su nueva esposa— se irá traspasando al espectador, que sin conocimiento profundo de la historia que une a esa docena de personajes sentirá todo muy tirado de los pelos. Es en esa sensación de ridiculez, que implica soportar innecesariamente las nimiedades que irán sucediendo, donde se irá anclando la otra sensación que “promete” pero también deschava: esto termina mal.

De movida en esa casa pasan cosas raras, y las reacciones de los personajes son llamativas, difíciles de creer. Pero dejando a los protagonistas ser víctimas del guion, el espectador aguarda y le pierde el respeto a la trama a la espera de una sorpresa, de un giro, o del “problema” que desencadene el clímax y propicie el desenlace. Pero La invitación recién arrancó, y aunque ya tenemos sobrados indicios de que algo raro pasa, sabemos que una película no dura treinta minutos; entonces esperamos. ¿Arranca o no arranca? En ese interminable tiempo de presentación de todos los invitados, la trama se va enroscando más. Will desconfía cada vez más de los motivos que llevaron a Eden a reunirlos después de tanto tiempo. Y algunos condimentos empiezan ser un poco evidentes. A tener en cuenta: nos enteramos que en este ex romance hubo un hijo muerto, que uno de los invitados que antes no era amigo del grupo mató a su esposa, y tenemos una mina que por claros indicios es una sicótica. El espectador paciente empieza a imaginarse dos hipótesis. Hipótesis 1: Will tiene razón, todo va a terminar como el orto, y de este contingente van a morir la mayoría, por no decir todos. Hipótesis 2: si esto primero no pasa, la película no tendría giro y sería bastante difícil de justificar un posible final, o mejor dicho su misma existencia.

A las claras, La invitación va decantando hacia la Hipótesis 1, pero solo resta esperar a que la directora se digne a disparar el final. Recordemos: no es terror, no hay nada que remita al género. Sí hay una intriguita, un suspencito, que con el correr de los minutos empieza a exasperar, a quitarnos atención, y hasta incluso a convertir a esa en la reunión más embolante del mundo.

Se supone que la película intenta poner al protagonista y al espectador en el mismo lugar: en la duda de pensar si realmente en esa reunión pasan cosas raras o la estamos flashando. Pero no hay ni mínimas chances de que la Hipótesis 2 gane la apuesta. Entonces van ocurriendo cosas que todavía aletargan más lo inevitable, y algunos personajes se sumergen en el ridículo. Por ejemplo: la nueva pareja de Will, que es la primera vez que conoce a todos, está cómoda mientras su amor anda revisando cajones de su ex, o se la pasa franeleando en la cocina, o camina en modo zombi por ahí. Otro: el tipo que nadie conocía, que está de regalo en la reunión, cuenta que mató a la mujer y en respuesta solo una de las invitadas decide irse de la casa. ¿Y cómo se va? ¡Acompañada por este tipo que mató a la esposa! Acá queda un detalle abierto que la película decide omitir revelar, o que directamente se olvidó de mostrar.

Nadie en esa casa parece incómodo con los minutos que pasan, las ridiculeces que acontecen y la cena que nunca llega. Y la cena es un detalle importante, no sólo porque para la narración los personajes ya deberían tener hambre sino porque es allí donde la película recién dará el giro. Pero la cena ocurre muy avanzado todo y la toleramos simplemente para ver cómo se sucederán las muertes. Porque empiezan las muertes, y en ellas no hay nada que no se haya visto antes: no hay grandes escenas, climas ni sorpresas.

Aunque la película no da para un análisis muy técnico, hay una importante objeción que realizar. Cuando todavía el espectador más tonto del mundo sigue dudando si Will está paranoico o tiene razón en eso de que se va a pudrir todo, los anfitriones proponen un brindis. El espectador que imagina que le quedan no más de diez minutos a La invitación ya se dio cuenta de que la bebida está envenenada simplemente porque la película tiene que terminar. Sin embargo, implora que todo no sea tan burdo y se concede un poco de intriga y esperanza. Los invitados, impulsados por la anfitriona, levantan las copas y la directora comete un error fatal: primer plano para un solo personaje, que a diferencia del resto que todavía aguarda, ya está tomando. Ahí, cuando Will, confiado en su desconfianza, le arrebata la copa a todos, la que ya bebió no aparece en ese plano (ahora sí general) y el espectador se percata de lo que va a pasar antes de que la acción lo muestre. Sí, segundos después, para sorpresa de nadie, la protagonista que chupó antes de tiempo, babea y cae muerta.

Todo lo que viene después de ese giro recontra trillado en la historia del cine, la literatura, el teatro y los actos escolares, es una mini cacería por los pasillos de la mansión. Con la película ya cerrada, con los últimos segundos transitando hacia el fundido negro, queda tiempo para un detalle pequeño, pero a juzgar por todo lo que se vio, el más interesante de todos. Finalmente, La invitación es una película más del montón tirando a mala, con sus cuatro últimos segundos que “sorprenden”.

Calificación: 3.5/10

La invitación (The Invitation, Estados Unidos, 2015). Dirección: Karyn Kusama. Guion: Phil Hay, Matt Mafredi. Fotografía: Bobby Shore. Montaje: Plummy Tucker. Elenco: Logan Marshall-Green, Tammy Blanchard, Emayatsy Corinealdi, Aiden Lovencamp, Michelle Krusiec. Duración: 100 minutos. Disponible en Netflix.

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